Todavía me acuerdo (¿cómo olvidarme?) de aquel segundo, eterno, en que la tierra vibró al compás de mi corazón, violento, cambiando el eje de mi universo. Dicen, que quizás las emociones son difíciles de ser recordadas, yo no lo sé pero recuerdo ese segundo a la perfección. Mi corazón se agitó tanto que todavía tiene las marcas. Saltó, bailó, aceleró y de la emoción casi se detiene por completo. Con un minuto de nuestras vidas me bastó para echar un vistazo al que, quería, sería mi futuro.
Fueron tres palabras robadas las que echaron raíces en mi y crecieron hasta prenderse de cada parte de mi mente. “This is it”. Fue solo una idea que, puesta en palabras, se convirtió en algo tan real para mí que prendió en el lugar más profundo de mi cuerpo un fuego que me iría consumiendo de a poco. Una idea tóxica.
¿Pero como rechazarla? Pues una vez reconocido el objeto de deseo, el objeto soñado, no puede dejarse ir. En mi vida no había sino infinitas incertidumbres, entonces ¿cómo no aferrarme a una única certeza? La certeza de saberte el dueño de mis sueños. Sentir lo lejano e irreal tan cerca y real, fue demasiado poderoso para mis todavía inexpertos y jóvenes sentimientos.
This is it. En aquel eterno segundo vi toda nuestra vida, juntos. Había encontrado, tempranamente, lo que habría de buscar toda la vida. No cabía duda, me pertenecía. ¿Cómo podría, de otra forma, no ser mío? Yo lo había soñado y, sin querer, lo había encontrado. Era el destino (¡y ya hasta creía en el destino!).
Pero la vida me hizo muy paciente, y así me encontré yo, esperando. Porque, tres años después, sé que no me equivocaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario