Tengo escalofríos. Ver los carteles que llevan escrito "Nunca Más" en las paredes, ver el dedo amputado de Ricardo, escuchar su historia, observar la forma en que la cuenta, ver ese video en el que se ve el sufrimiento por el que pasaron aquellos jóvenes de finales de los 70 y, simplemente, pensar en aquello me pone la piel de gallina.
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